Te revistes de humildad, Señor.
Y, por encima de la multitud de ramos y palmas,
se divisa la “hora” de tu pasión.
“Hora” llena de amor y esperanza.
Te revistes de nuestra humanidad
para revestirnos de tu divinidad.
Hoy, nos invitas a ir contigo hasta el Calvario.
Y allí, Tú nos redimes con tu cruz,
nos arrancas de la muerte con tu muerte
y nos resucitas con tu resurrección.
Por ello, agradecidos y apasionados,
te aclamamos como el Bendito
que viene a nosotros en el nombre del Señor.