San Pablo, en su primera Carta a los Corintios, nos muestra el camino de la perfección que no consiste en tener cualidades excepcionales, sino en vivir el amor auténtico, el que Dios nos revela en Jesucristo. Ese amor, la caridad, es la esencia de Dios mismo y la luz que da bondad y belleza al ser humano (cfr. Benedicto XVI 2010)