«Desde lo hondo te invocamos, Señor, y te pedimos:
Envía tu Espíritu sobre nuestra aridez, frialdad, tiniebla, fragilidad…
Envía tu Espíritu sobre nuestros miedos, cansancios y nuestras contradicciones.
Envía tu Espíritu, Señor; renuevanos y haz de nuestros corazones una casa donde puedas morar hoy y siempre, por los siglos de los siglos».