Ante el misterio del Nacimiento de Dios, contemplamos agradecidos y adoramos al Señor.
Miramos con los ojos de fe y confesamos que «Hemos contemplado su gloria…» y la nuestra. ( cfr. Eucaristía p.87).
«Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios» (Jn, 1,12).