Noviembre es un mes que hace de bisagra entre el otoño y el invierno; es un mes que, al iniciarse con la fiesta de Todos los Santos y la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos y al concluirse con la fiesta de Cristo, Rey del universo, también hace bisagra en la contemplación entre el más acá y el más allá.
Noviembre está cargado de la melancolía y belleza otoñal; también, de la melancolía por la ausencia de los seres queridos que han muerto y por la belleza del amor que nos han tenido y de la salvación que esperamos hayan alcanzado.
«Si hemos muerto con Cristo, creemos que tambien viviremos con él» (Rm 6,8).
