Ante la propuesta del Señor «convertíos y creed», cabe la posibilidad de no escucharle, por eso el Salmo 94, hoy, nos advierte:
«¡Ojalá escuchéis hoy su voz!; no endurezcáis el corazón».
¡Ojalá escuchemos la voz de Jesús!, el Santo de Dios que, con autoridad, le dice a nuestra mediocridad y pecado: «Sal de su vida».