Según la primera lectura de la fiesta de hoy, de Ezequiel, del templo brota un torrente de agua que da vida por donde pasa; según san Pablo, en la segunda lectura, somos templo de Dios. Por lo tanto, de nosotros debe brotar también aguas que den vida por donde pasemos.
«Habrá vida donde llegue el torrente, porque las aguas del torrente fluyen del santuario» (EX 47, 9b. 12b).





