Jesús abre las puertas a otra familia, más grande, más amplia y más profunda. Ya no serán los lazos de la carne y de la sangre que tanto gustaban a los coetáneos de Jesús, con las largas y elaboradas listas genealógicas que acreditaban que eran descendientes de Abrahán. Ahora, Jesús dirá "el que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre" (cfr. Misa Dominical)
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