Nuestra buena o mala conducta tiene un efecto expansivo, como la piedra lanzada a un estanque, pues no sólo origina un daño o beneficio personal, sino también el buen o mal ejemplo que damos a los demás. De ahí las palabras de Jesús: «El que escandalice…».
«El que se escandalice a uno de estos pequeñuelos, que creen…» (Mc 9,42)