La fe no excluye la experiencia sensible de Cristo. Los apóstoles la tuvieron (en la vida pública y tras la resurrección). «Lo que hemos visto y oído, lo que nuestras manos tocaron acerca del Verbo, eso os comunicamos» nos dirá san Juan (1 Jn 1,1.). «Porque has visto has creído», le dice Jesús a Tomás» (Jn 20,29). Pero no es absolutamente necesaria. Muchos que tuvieron esa experiencia sensible no creyeron y muchos que no la tuvimos creemos: «Bienaventurados los que creen sin haber visto» nos dice hoy Jesús en el evangelio.