La escena del pueblo sediento en el desierto y la de Jesús pidiendo de beber a la samaritana nos llevan a la oración de bendición del agua en el rito bautismal: «Que esta agua reciba la gracia de tu Unigénito, para que el hombre, creado a tu imagen, lavado, por el sacramento del bautismo, de todas las manchas de su vieja condición, renazca, como niño, a nueva vida por el agua y el Espíritu».
