La parábola del llamado Hijo pródigo es la respuesta de Dios a la humanidad exiliada del Edén. Al igual que Dios busca a Adán en el paraíso, en la encarnación, Dios busca al hombre. La figura del padre compasivo de la parábola, que abrazando a su hijo lo besa, se hace realidad en la encarnación.
«Cristo es el beso de Dios dado a toda la humanidad» (cfr. Vincent Pizzuto, en Contemplar a Cristo)