En la celebraciones, tras la proclamación de la Palabra se nos recuerda que lo escuchado es «Palabra de Dios», a lo que respondemos con un «Te alabamos, Señor». Ello nos obliga a vivir conforme a lo que acabamos de escuchar, pues como dice S.Agustín: «¿Queréis alabar a Dios? Vivid de acuerdo con lo que pronuncian vuestros labios. Vosotros mismos seréis la mejor alabanza que podéis tributarle, si es buena vuestra conducta».