Te contamos la catequesis que subyace en la nueva decoración del templo, plasmada en las pinturas de María del Carmen G. Marugán y llevada a cabo en la reforma realizada en el verano de 2021.
1.- El nuevo viacrucis, que decora las paredes laterales del templo, es copia del que existe en la capilla católica de la basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén. Se le ha añadido una estación más, la XVI: Jesucristo resucitado se aparece a sus discípulos en el lago de Tiberíades y les da la misión de ir a todo el mundo a anunciar su Reino (Jn 21,1-14).
2.- En el mural del presbiterio vemos a san Francisco Javier que, siguiendo este mandato de Jesús, cruza los mares (los océanos Atlántico, Índico y Pacífico) para llegar a la India, a Japón y a las puertas de China. Viaja en las naves del rey de Portugal como Nuncio apostólico para el todo el Oriente y en la nave de la Iglesia como misionero, ofreciendo el misterio de la redención de Cristo y los medios para acogerla. María le acompaña como estrella y aurora de la evangelización.
3 y 4.- Otras imágenes complementan la decoración. Según entramos a la izquierda, en la capilla bautismal, que acoge la pila del desaparecido poblado de Pálmaces (en Turmiel), se representa a san Francisco Javier bautizando a una familia (Mt 28,19). En ese mismo lado, aparece Miriam, la hermana de Moisés, que tras cruzar el Mar Rojo (imagen y figura de nuestro bautismo) irrumpe en un canto de alabanza (Ex 15,21).
5.- ¿Qué tienen las aguas del bautismo que nos liberan de la esclavitud del mal? ¿Quién les da ese poder de vida? Nos responde desde enfrente otra Miriam, en este caso del Nuevo Testamento, María de Nazaret que viene de la fuente con un cántaro de agua, llevando de la mano a su hijo, quien se definirá como el “Agua viva” (Jn 7,37).
6 y 7.- Cristo es quien vivifica las aguas del bautismo, como también el agua de las lágrimas del sufrimiento, reflejado en el cuadro de la Virgen de la Soledad, y el agua de las lágrimas gozosas del arrepentimiento, visualizado en el cuadro del Hijo pródigo en la capilla del perdón (Lc 15,20).
8 y 9.- Una imagen de San José, el Artesano, junto al presbiterio, nos recuerda el agua del sudor en el trabajo (Gn 3,19), santificado también. Y un cuadro de Santa Teresa de Calcuta nos presenta el vaso de agua dado al necesitado que, según Jesús, no quedará sin recompensa (Mc 9,41).
La Iglesia, a lo largo de todos los tiempos, ha cruzado todos los mares para llevar a Cristo a todos los pueblos. Hoy, sobre todo en occidente, está llamada a hacer la travesía por el mar de la secularización. La iluminación del Cristo nos lo sugiere: El crucificado mira a los que están dentro en su comunidad, y la sombra que proyecta su imagen parece mirar hacia los que están afuera, y a ellos nos envía.