Querías conocer de cerca al ser humano,
querías conocernos desde dentro,
tener de nuestros sentimientos experiencia,
a qué saben las lágrimas, los besos.
Por eso te encarnaste, te entrañaste.
Te hiciste uno de tantos, de los nuestros
para eliminar de la vida las tinieblas,
y romper las sombras de lo humano.
Nos iluminaste
con la fuerza de tu luz.
(Cfr. Mercedarias de Berriz. Versión)
«Y el Verbo era la luz verdadera que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo» (Ln 1,9).





