"Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, ¡tarde te amé! Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba (...). Tu fragancia penetró en mi respiración y ahora suspiro por ti. Gusté tu sabor y por eso ahora tengo más hambre y más sed de ese gusto".
Estas palabras de san Agustín, cuya fiesta celebrábamos el viernes pasado, día 28, nos pueden servir de comentario -comentario magnífico- a la Palabra de Dios de este domingo que no dice:
- "Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir"
(El profeta Jeremías).
- "Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío"
(Salmo 62).
- "... para que sepáis discernir lo bueno, lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto"
(San Pablo a los Romanos).
- "Tú sígueme.... ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si malogra su vida?"
(Jesús, según el evangelio de san Mateo).