San Francisco Javier

Las bienaventuranzas de Jesús vienen acompañadas de las maldiciones y bendiciones del profeta Jeremías y del Salmo 1.
Dios, a través de ellos, pronuncia una palabra de vida: enraizarse en Jesús como el árbol junto al agua nos capacita para dar frutos de dicha y felicidad.

«Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas» (Sal 1, 3).

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