Los bautizados estamos llamados, según nos recuerda san Pedro en una de sus cartas, a dar razón de nuestra esperanza.
Cuando se nos pone sobre la mesa la belleza de la vida deshojada por la enfermedad, el sufrimiento y la muerte, nosotros, desde la fe, ponemos sobre esa misma mesa una cruz.
Así, por ejemplo, ante un accidente fortuito y doloroso, un desastre natural y trágico, una pandemia global y tremenda..., razonamos nuestra fe desde la debilidad de la cruz, en la que descubrimos a un Dios que se hace solidario con el ser humano en su sufrimiento, drama y desgarro existencial; y justificamos nuestra esperanza con la fuerza de la cruz, en la que nos encontramos con un Dios vencedor de la muerte y que nos unge con su resurrección.
A veces, es difícil dar razón de nuestra esperanza, por eso el Señor nos prometió la ayuda de un Paráclito, un Defensor en semejante juicio.
