La luz que nos da Cristo con su Palabra acaba con las tinieblas del ser humano. Por eso él dijo "Yo soy la luz del mundo; el que sigue no camina en las tinieblas" (Jn 8,12) y nosotros con el Salmo 26 proclamamos "El Señor es mi luz y mi salvación:¿a quién temeré?".
